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Todo es una ramificación de un absoluto. "Mientras el mundo necesite de Dios, siempre existirá el señor oscuro" Tengo que destruir el lenguaje para destruir la forma.... como ella que le quita el poder a las palabras.

sábado, 8 de mayo de 2010

Revelaciones de arriba y abajo

Solo estoy seguro de lo que se, da igual si es verdadero o erróneo, pero es mío y ante eso cualquier fuerza me parece ajena, Y bajo ese mismo estandarte os/me declare la guerra. Para lograrlo baje a las profundidades de la tierra. Cruce el rio turbio que dividía al mundo efímero y al eterno, respire aquellos putrefactos gases que nadie más se atrevió a pensar, (ah que buenos alucines me dieron). Descendí un poco mas por esas escaleras que eran iluminadas por luz negra, tome prestado un poco del fuego casi sin brillo que de alguna forma purifica por igual, con el rompí las cadenas que me hacían volver a la superficie. Ahí me sentí libre después de36 horas de descenso, (es curioso empecé una media noche y termine una media noche) llegue y me pare frente a una gran puerta gris que cambiaba de forma y tamaño, en el centro de la puerta había dos caras monstruosas que a veces se tornaban a rostros de mujeres/hombres muy hermosa(o) s, era como si murieran y renacieran. El calor que exhalaban aquellas caras a veces familiares, podía verse, incluso tenía color, forma y sonido, como si un montón de siluetas salieran y se devolvieran por sus narices, en medio de gritos y nombres que jamás entenderé.
También me sorprendió que ya no hubiera guardián, que resguardara la entrada o salida de ese lugar, una vieja espada oxidada quedaba como señal de la última batalla que se libró, quizás el guardián abandono su puesto. Ahí es donde me pregunte ¿Qué salió o que entro por aquella puerta?
Se abre la puerta…
Y al abrirse de ella escapo humo con forma humanoide, con sonido, color pronunciando, algunas verdades o nombres que ya sabemos y no conocemos fue el mismo humo que custodiaban los rostros. Cuando cruzaron el rio turbio se fusionaron con él. La gritadera desapareció, Como si aquellas verdades y nombres se hubieran quedado en esa agua estancada.
El olor era insoportable, no puedo decir que era comida o algo muerto, ni mucho menos cometer la estupidez de decir: es azufre (como hacen varios en mi posición). Era como si fuera todo y nada a la vez. Decidí cruzar aquella puerta.
Que fue lo que vi, no era más que un pasillo apenas iluminado por aquellas antorchas de luz negra, en las paredes símbolos viejos, algunos rayados, otros borrados, otros extraídos. Me dio la impresión de que algunos habían sido robados y llevados a la superficie. Camine hasta toparme con un espejo roto.
Del el espejo roto salió un hombre y se mezclo entre las sombras como si estas comprendieran la mayor parte de su cuerpo, en su cintura traía un libro desojado, en su mano izquierda una espada que jamás utilizo, y en la derecha un escudo agujerado, que con él siempre se defendió. Su rostro en aquella oscuridad parecía ser hermoso y joven. Pero cuando lo tocaba la luz negra, este rostro se tornaba, al de un viejo ya sin ojos, sin nariz y labios. Ni siquiera imponía presencia era como si no estuviera ahí, el no era ahí (JAJA).
Aun así su voz resonaba por todo el umbral, pareciera como si su verbo se hubiera impregnado en aquellas paredes viejas, por tanto repetir lo mismo una y otra vez. Era un sortilegio bien hilado, pero no difícil de romper.
Y empecé a hablar con el mago, y de su boca tan solo salieron verdades, y esas verdades siempre habían sido las mismas. Discutimos sobre el inicio de todo, pero cada vez que le preguntaba por el final, me cambiaba el tema.
¿Por qué quieres ser como los Dioses? ¿Acaso no te conformas con lo que ellos te dan?
El era aquello que murió y renació, pero se negó a morir una vez más. Él era el mago que quiso ser eterno y perdió dentro de su eternidad, edifico un templo para que de este se sirvieran los mortales, el que dio y privatizo esas verdades, de tal forma que nadie se dio cuenta cuando él se resbalo. (La caída, que la disfrazo con una enorme cruz, una enorme estrella y una enorme luna.) El ya no era.
Intento enseñarme aquel conocimiento que el manejaba, y que yo jamás había escuchado. Pero mucho asco sentí cuando en su rostro mortuorio, se trasformo en el mío. En ese momento tome una antorcha de luz negra, se la arroje a su túnica de sombras, le di la espalda, corrí hacia la puerta que se cerraba lentamente, me dio la impresión que se consumía en aquello que evito por segunda vez.
¡Logre salir!.
Mientras escuchaba mi voz atrás, gritando toda clase de maldiciones, subí las escaleras cruce el rio estancado, la pared de los putrefactos gases que dividían el mundo efímero y al eterno. Salí de las profundidades de la tierra, respire de nuevo, no mire atrás, para no volver verdadero su verbo percedero.
Pensé que lo mejor que le pude hacer a ese anciano era dejarlo morir, puesto que ya no era ni mago ni nada… Era como una especie de nigromante tejido en una vieja verdad estancada. El templo se había ya derrumbado y hecho obsoleto, por eso esas verdades que fundaron mi mundo ya no eran más mis verdades.
De los residuos algo saldrá, quizás era mejor olvidarlo todo, los  nombres y formas. Comprendí que había perecido el viejo templo. Tardare toda una vida en encontrar el nuevo templo, si es que ya lo construyeron. Ante esa nada que encontré me reconstruiré y terminare mi guerra  (bendita guerra).
Desperté y regrese.

El nigromante es el mago o aquel que no acepta el cambio… entonces se derrumbo el viejo templo. Cabeza de muerto.