Hoy los latidos de mi corazón
parecían mover la tierra bajo mis pies, eran latidos de cansancio, quizás los
huesos me traicionan ¡otra vez! o quizás me doy cuenta de que estos viejos
dedos de uñas enterradas, de mugre
acumulada, solo han sentido el viejo sollozo del universo viniendo desde el
vientre de la tierra, La santa madre estéril, ahora ya esos dedos dejaron de
ser victima de una fuerza mas grande, una fuerza tan grande que hace gritar al fuego, que coagulaba
los sueños del agua salada y
evaporaba los cantos de azufre en el aire. Tan solo han sentido algo que
jamás volverán a sentir. Me queda más que caminar.
Me doy cuenta mientras camino con
huesos más pesados que antes, mientras me pierdo bajo una tenue lluvia helada, de esas que llegan antes de primavera, veo que
todos bajan la mirada para no ser golpeados por la piadosa venus, quizás por
vergüenza o porque tienen algo mas que perder, que simple mugre superficial, ni
el vagabundo con su único amigo, un triste perro sarnoso, ninguno de los dos le
huye tanto de la lluvia como aquel que tiene un ataúd de lujo, seguro. Por eso
camino como si no hubiera lluvia, como si no hubiera gente, como siempre,
fingiendo, para no ser notado.
Tan solo sé que mis actos son insignificantes,
no son comparados con la fuerza que presumen mis pies y sin
embargo jamás le llegare a entender de todo, por mas que me esfuerce
aunque lea de esos libros que queman mis ojos e interrumpen los
sueños efímeros de bragas y piernas; o muerda
mi larga lengua con los dientes podridos
que me caracterizan para retractarme de lo que dije, todo se escapa, de
esa forma busca volver, a su lugar de origen. Sin duda me traicionan las ideas,
me enferma estar tan vacío y lejos de mi, sin embargo no busco una muerte
corta, sino una larga que me ponga en órbita, cerca de casa.