La otredad como unidad de una autoconciencia.

Cada ser constituye un mundo propio, más no quiere decir que es ajeno. Tan solo es una burda variación mía, de alguna manera u otra que pertenece a una misma unidad, que interactúa con migo. Esos seres viven para sí, e ignoran a ese no-yo, y solo se enfocan en su mundo perecedero. Y no por eso no quiere decir que no exista una multiplicidad de mundos conformando un solo mundo, una sola naturaleza haciendo todas las naturalezas.

Por otra parte, Dos mundos puedan ser incomprensibles entre ellos, o mejor dicho dos seres, dos monadas, dos naturalezas, es ahí donde radica su unidad, puesto que en el momento en que se identifica con otro ser, otra monada, otra copa perversa, en el ese soy yo, en ese momento interactúa y crea su mundo, que puede parecer ajeno, al contrario es muy propio e igual que el suyo. La realidad a partir de ese soy yo, “me identifico porque no me quiero identificar,” se crea un orden de identificación.

Así mismo en ese orden de identificación dual, radica el entendimiento de lo que es la autoconciencia. El mirar esa otra consciencia obtengo autoconciencia, en el sentido más puro que veo un leve reflejo del otro ser, como si dijéramos que nos vemos en el otro. Pero esa conciencia debe dejar atrás a esa otredad, transformarla y así superarla para que en efecto de espejo se dé un cambio igual en sí mismo.
Y por lo tanto en esa superación se entra en un caos y en conflicto con la otredad. Este caos de la conciencia, es el sentido de la mera trasformación, que deviene en otro nuevo orden, que a su vez terminara en otro nuevo caos. Esto es un ciclo en espiral porque no se repite, que conforma de alguna manera dual la unidad, pero una unidad consiente del todo (otro) en el todo (otro).